Capítulo 6
Capítulo 6: Confrontando las preguntas trascendentales
Este capítulo tendría que contar qué es lo que ocurre después de la muerte. Tendría que dar respuesta a tres preguntas fundamentales que el ser humano lleva planteándose desde tiempo inmemorial.
¿Quién somos?
¿De dónde venimos?
¿Dónde vamos?
He leído unas cuantas cosas acerca de lo que puede haber después de la muerte y he estado más cerca de la frontera de lo que haya estado la mayoría de la gente, por lo cual creo que lo que voy a decir podría interesar. Pero quiero dejar claro que todo este capítulo es únicamente mi pensamiento respecto a lo que puede suceder tras el gran paso y que no puedo aportar aquí certezas de ningún tipo.
Me parece importante decir que este capítulo existe por la sencilla razón de que enuncio el sencoísmo como una religión, y las religiones generalmente se construyen en torno a la respuesta que dan a estas preguntas. Las religiones han sido la respuesta a aquellas preguntas irresolubles para el ser humano desde que nacieron. Creo que hay que cambiar ese paradigma y que esta nueva religión rompa con dogmas y costumbres arcaicas. Os voy a dar mi opinión, más fundada que otras quizás, pero una opinión, al fin y al cabo. Porque nadie puede darnos una certeza a día de hoy respecto a qué es lo que ocurre después de la muerte.
La secuencia histórica más común en la mayoría de las religiones es que llega un dios X, todopoderoso él, y crea el universo a su gusto. Somos creaciones que venimos de ese dios. Hasta aquí poco puedo decir, ni a favor ni en contra, puesto que es difícil encontrar argumentos que tengan una base firme en cualquiera de los dos sentidos. La respuesta a la tercera pregunta, ese ¿hacia dónde vamos?, es más peliaguda. Porque generalmente se ha respondido con «hacia tal o cual paraíso», y que llegases a él o no dependía enteramente de tu comportamiento en el mundo físico, en la vida tangible que ahora vivimos. Esto no sería malo si no fuese porque son los «elegidos» por ese dios los que acaban decidiendo las reglas que hacen que uno entre o no a ese paraíso. «Elegidos» que podrían decidir trampear un poco el asunto para vivir estupendamente a cambio de interceder con el dios en cuestión. «Tú haz lo que yo te digo y yo intercederé ante X por ti». Bueno, esta parte no me gusta nada. Me huele a chamusquina.
Llamar al sencoísmo religión es una forma de cambiar ese paradigma. Es una religión, sí, pero no te puede asegurar lo que ocurre tras la muerte, puesto que nadie que siga vivo lo sabe y todos los que lo saben, ya no lo pueden contar. Yo te voy a contar mi cuento y luego desarrollaré una serie de ideas. Después, tú piensas sobre ello y formas las tuyas.
Había una vez un ser. Era un ser grandioso e inmenso, todo él hecho de energía. Totalmente inconmensurable en su enormidad. Era tan grande, tan extraordinariamente grande, que cualquier intento por imaginarlo quedaba en eso, en un intento. Este ser estaba solo, tan solo como pueda estar cualquiera, porque, al ser tan grande, a su lado no cabía nadie ni nada más. Él, consigo en su mismidad, ocupaba todo el espacio que había.
El pobre se aburría un montón. Imagínate, no podía jugar al escondite, porque al estar solo y ocupar todo el espacio disponible se encontraba siempre, mirara hacia donde mirase. Tampoco podía jugar al pilla-pilla porque no podía moverse, y además, ocupando todo siempre se hubiese pillado súper rápido, instantáneamente. Por supuesto, no tenía juguetes de ningún tipo, y mucho menos televisión, tablet o libros, porque no hubieran cabido. Además, como siempre había vivido así, tampoco podía imaginar otra cosa para intentar entretenerse.
¿Te imaginas qué aburrimiento? ¿No? Vamos a hacer la prueba: Intenta no moverte durante diez minutos. Pero no moverte ni un poco, no vale ni rascarse ese picorcillo que te está dando en la coronilla. Y no puedes pensar en nada que no seas tú. No vale que pienses en tus amigos, porque allí no había nadie más, ni vale que te imagines moviéndote o haciendo cosas porque como él no se había movido nunca, ni siquiera podía imaginarse algo así. Solo puedes imaginarte a ti mismo imaginándote a ti mismo. ¿Cuánto tiempo crees que aguantarías así? ¿No crees que llegaría un momento en que querrías explotar de puro aburrimiento?
Pues así sucedió. Nuestro enorme ser primigenio, aburrido y frustrado como estaba por su incapacidad para hacer cualquier cosa que no fuera contemplarse a sí mismo y ser consciente de su propia existencia, explotó. Y esa explosión fue tan enorme como inmenso era él, y lo dividió en incontables cachitos de energía.
Pero no fue una explosión sin sentido, y aunque fue causada por el aburrimiento y la frustración que este primigenio ente sentía, no fue ni mucho menos una decisión que tomara en caliente. No fue simplemente enfado ni ganas de acabar con todo, porque este ser era muy pero que muy listo y había ideado un plan para no aburrirse nunca más. Así, dotó a cada uno de los pequeños cachitos en los que se había dividido, sin excepción, de conciencia de sí mismos. Y después les dio una misión: adquirir experiencias y experiencias hasta que se sintiesen capacitados para ser de nuevo un solo ser de energía pura.
La explosión fue inimaginable. Todo nuestro ser, que ocupaba todo el espacio disponible y estaba compuesto enteramente por energía, explotó. Nunca hubo ni habrá explosión semejante. Fue tan grande, de hecho, que de ella salió todo el multiverso en un gran BANG.
Había cachitos más grandes y cachitos más pequeños, pero cada uno de ellos tenía una sensación de individualidad, de ser dueño de sí mismo, además de un conocimiento subconsciente de la misión que este ser; que podríamos considerar su padre en parte, aunque todos fueran él y él fuese todos ellos, les había encomendado.
Todos somos cachitos de este ente primigenio. Y cuando muramos no estaremos sino dando un paso más en el camino hacia la reintegración en ese ser primigenio que un día fuimos.
De esta forma le contaría a un niño lo que creo respecto a de dónde venimos y a dónde vamos. Somos pequeños entes de energía que animan materia y tienen consciencia de sí mismos. Venimos de un todo primigenio que ocurrió hace muchísimo tiempo y recorremos un ciclo que acabará de nuevo en un todo. Pero esto no es algo que pueda asegurar. Es lo que yo pienso porque me parece una teoría mucho más conveniente que aquella que pregona que un dios nos haya creado y nos mande a un paraíso si nos portamos según sus reglas. Esta opción me recuerda demasiado a un videojuego, y podría llegar a pensar que simplemente formamos parte de una gran simulación, una matrix de la que no somos conscientes en la que ese dios gana si hacemos determinadas cosas. Prefiero pensar que somos seres energéticos envueltos en un cuerpo material y que, simplemente, estamos aquí para adquirir experiencias en nuestro camino hacia el todo.
Generalmente, solemos pensar en nosotros mismos como entes físicos con una parte espiritual. Podemos llamar a esta parte «alma», «consciencia» o «energía». Como gustemos. Esta manera de pensar en la que ponemos lo material por encima de lo espiritual viene del apego que sentimos al mundo físico. Pero… ¿Y si no fuésemos entes físicos con una parte espiritual? ¿Y si en vez de eso fuésemos entes espirituales que simplemente se visten con un traje físico en un determinado momento de su existencia?
Imagina un universo, el nuestro, en el que todo está formado por energía en diversas formas. Hasta aquí no lo pongo difícil, es lo que a todos nos han enseñado, «la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma». Pues bien, apliquémonos esto mismo. Somos «espíritu», somos energía. Y nos transformamos. Venimos de algún estado energético previo y caminamos inevitablemente hacia un estado energético posterior. Y la parte en la que nos envolvemos en un cuerpo físico es solo una mínima etapa en el largo camino de la existencia.
Aproximadamente, solo el cinco por ciento de la densidad de energía total en el Universo se puede observar directamente. Se estima que en torno al veintitrés por ciento está compuesto de materia oscura. El setenta y dos por ciento restante consistiría en energía oscura. Esto quiere decir que un noventa y cinco por ciento de lo existente es totalmente invisible para nosotros, al menos envueltos como estamos en nuestra parte física. Como ves, somos solo una pequeña porción del «todo». Si miras a tu alrededor ahora mismo, hay un noventa y cinco por ciento de cosas que
no vas a poder percibir de ninguna manera. Y no me refiero al aire ni a espacios «vacíos», sino a que hay diecinueve habitaciones más similares —iguales, simplemente idénticas en lo que a carga de materia y energía se refiere— a esa en la que te encuentras que están contenidas en ella.
Esta es a grandes rasgos mi idea de cómo funciona el asunto. Si tú tienes otra, podemos intentar convencernos, pero no creo que ni tú ni yo tengamos argumentos que resulten mínimamente convincentes. Lo que sí puedo hacer es explicarte por qué esta idea me resulta atractiva de cara a mi vida, a cómo vivo esta y, por lo tanto, al sencoísmo.
La idea básica del sencoísmo, su precepto principal, es la libertad total. Si consideras que estás en este mundo para adquirir nuevas experiencias, esa libertad total tiene todo el sentido del mundo. Es importante que esta libertad sea consciente, pues no podrá ser una decisión libre aquella que se toma sin saber los condicionantes que han conducido a ella. Creo firmemente que hay que exprimir cada segundo de vida, que hay que intentar disfrutar al máximo de ella sin pensar en posibles paraísos futuros. Esto no quiere decir que pases el día viajando o viviendo aventuras, que parece ser la única forma de disfrutar válida. Aplazar el despertador diez minutos más o tirarse en el sofá con la mente en blanco puede ser tanto o más placentero que un mojito en una playa paradisíaca, y cada cual tiene su forma de ser feliz. Incido en la necesidad de ser consciente de por qué haces las cosas para poder ser feliz. Según mi forma de ver las cosas, estamos aquí para vivir experiencias nuevas y, por lo tanto, lo mejor que podemos hacer es intentar vivir una vida que nos llene y haga felices.
Esta forma de ver la muerte explica también por qué existe el «mal» en el mundo. Tiene que haber de todo puesto que estamos en esta fase «material» para vivirlo todo. No podría darse el «bien» si no tuviese el «mal» como antagonista. Y no necesito crear un Dios que sea bueno y un diablo para que sea su némesis y el causante de todo mal. El mal existe porque no podría haber cosas buenas sin cosas malas con las que compararlas, así que son dos conceptos que requieren el uno del otro para poder existir. Como el ying y el yang, en todo lo bueno habrá algo que sea malo y en todo lo malo habrá algo, por pequeño que sea, que sea bueno. Como dice un buen amigo mío que de estas cosas sabe un rato, no hay que preguntarse ¿por qué a mí? El truco está en cambiar ligeramente la pregunta a ¿para qué a mí? En mi vida he tenido unas cuantas experiencias vitales que nadie se atrevería a calificar de «gratas», y sin embargo, y con el tiempo necesario, creo que puedo decir que no cambiaría nada de lo que he vivido. Cada cosa que me ha pasado, por mala que haya sido, me ha aportado algo que al final, al ponerlo en la balanza de mis andanzas vitales, ha inclinado esta hacia el lado positivo. Eres libre de vivir como te dé la gana y de tomarte lo que te pase como quieras, cada experiencia que vivas puede ser una piedra en el camino o una oportunidad de aprender algo nuevo. La experiencia va a ser exactamente la misma, pero cómo la afrontes y lo que decidas sacar de ella depende únicamente de ti.
Además, esta manera de ver el camino, que no dista tanto de la física, que es la que nos dice que hay un 95% de universo al que no tenemos acceso, casa muy bien con mi idea sobre la magia que explicaré más tarde, ya que, simplemente, creo que hay cosas que todavía no conocemos. Y decir que si algo no está probado científicamente no puede ser cierto, me parece muy atrevido, dado que es posible que, sencillamente, todavía no tengamos los medios para probarlo. Así que en estos temas prefiero basarme en la experiencia empírica, y la experiencia empírica me dice que hay muchas cosas que todavía no entendemos.
Resumiendo: creo que venimos de una gran explosión al principio del tiempo en el que un «todo» energético se dividió en incontables fragmentos. Que somos entes de energía, fragmentos de ese «todo», atrapados en un cuerpo material que interacciona con un mundo material. Que este mundo material es solo una fase en el camino hacia el «todo», una parada más en un gran viaje en la que debemos adquirir experiencias suficientes para continuar adelante. Y que cuando las adquiramos, continuaremos ese viaje hasta llegar a ser un todo de nuevo. Esta visión del mundo es la mía, puedes cogerla o no cogerla, o coger lo que te guste y desechar el resto. Yo no puedo asegurar que esta sea «la verdad» porque no creo que desde el mundo material en el que nos encontramos podamos acceder a ella. Pero sí creo que esta visión de las cosas permite explicar cosas, como por qué existen cosas malas en el mundo. Creo que una persona que solo ha vivido una vida en el mundo material probablemente elija el camino sencillo, que sería aquel en el que hace lo que quiere sin tener para nada en cuenta lo que le rodea. Y que, en sucesivas vidas materiales, mientras va adquiriendo experiencia, se va dando cuenta, aunque de manera subconsciente, de que actuar en beneficio de los demás acaba desembocando en un beneficio propio. Creo que esta visión de las cosas casa muy bien con la premisa sencoísta de una libertad total consciente. Todos somos libres de hacer lo que queramos y en función de nuestras decisiones, viviremos nuestras vidas de una u otra forma. Si yo tengo razón, luego podremos vivir otras o seguir avanzando. En cualquier caso, tenga o no razón, lo que está claro es que tenemos que intentar aprovecharla. Intenta aprender algo de cada cosa que te pase, por mala que sea, y eso hará que tu vida mejore enormemente.
La conclusión es que lo mejor que puedes hacer es vivir tu vida siendo lo más feliz posible y sin pensar en lo que pasa después, y como la manera óptima para llegar a ser feliz es tener una red social lo suficientemente fuerte, el mejor consejo que te puedo dar es que practiques el egoísmo altruista y trates al resto del mundo lo mejor posible.